Acompañaba en coche a un cliente con el que tengo una muy buena relación desde hace
quince años. Hablábamos de la preparación de una jornada científica que se
tenía que celebrar al día siguiente. Estaba casi todo listo. Como siempre,
algunos detalles por pulir. Recibió entonces la llamada de una colaboradora. Le
habían llamado "los de protocolo" del departamento de la Generalitat
cuyo conseller debía presidir el acto. Se habían dado cuenta de que en la mesa
presidencial se preveía la presencia de cuatro personas. Eso no podía ser,
tenían que ser o bien tres o bien cinco… no podían ser cuatro.
Yo oía la conversación porque era "sin manos". Mi cliente, hombre
avezado a resolver problemas mucho más serios y acostumbrado a este tipo de
cuestiones protocolarias, le respondió que ya esperaba esa llamada. Tranquilo, le dijo a la persona de su equipo a
quién podía eliminar de la mesa para que sólo quedasen tres. Al colgar, le
comenté sorprendida que no veía donde estaba el problema. Él se rio y contestó:
está muy claro, debe ser un número impar para que el conceller se coloque en el
centro y quede muy muy claro quién es el que preside, quién es el más
importante de la reunión (tanto da que haya allí prestigiosos científicos de
reconocimiento internacional). Me quedé muda… y me quedo así de nuevo cada vez que recuerdo
el episodio...
No hay comentarios:
Publicar un comentario