Escuchaba ayer en el colegio de empresistas de Barcelona una interesante conferencia de Fernando Campa, profesor de la Universitat Rovira i Virgili, doctor en Económicas y excelente orador, sobre control de gestión. En sus conclusiones hablaba de la necesidad de que las empresas (y yo incluiría a toda persona en general) se reinventen para salir adelante en esta crisis que insiste en quedarse. Y ponía el ejemplo (arriesgado) de un restaurante de Barcelona que ha decidido que sea el cliente el que decida qué paga por lo que ha comido. Desde que puso la idea en marcha se ha disparado su facturación. Y recordaba que en tierras de su suegro, Ucrania, ya existen iniciativas parecidas. Con esta técnica, cuando un cliente paga más de la cuenta, el dueño del restaurante le agasaja con tazas y otras piezas de vajilla de porcelana a modo de compensación. Si, en cambio, el cliente paga menos, se sienta a su lado y le pregunta, hasta hacerse pesado, porqué cree que vale lo que ha pagado, qué no le gustado, etcétera. Seguramente por eso los clientes suelen pagar más,
A partir de esta idea me vienen a la mente otras ideas de personas que se están reinventando: en aquella actriz y cocinera de su casa, Núria Vidal, que ha decidido editar un libro con las recetas de su blog (que hacía para que sus hijos no tuviesen que llamarla continuamente por teléfono para preguntar dudas) y ha conseguido parte del dinero a través de Verkami. Además, ha ido a un concurso de la radio y aprovechando la ocasión para promocionarlo. Pienso también en el colega periodista que se está reconvirtiendo y da clases de escritura, en una amiga amante del baile que además de trabajar en un colegio organiza un curso en el ateneo. Y pienso en el tan manido concepto de emprendedor, que se gastó de tanto usarlo y es lo que los ciudadanos de a pie conocemos como "buscarse la vida".
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